la revolucion silenciada: Continuamos "revolucionando"!

jueves, 21 de febrero de 2008

Continuamos "revolucionando"!

"Excelente obra por sus contenidos y vibrantes representaciones. Un orgullo para Mar del Plata contar con estos actores. Viva por siempre la Patria, y sus heroes mas preclaros!"

"La obra es excelente, la adaptacion del libro "La revolucion es un sueño eterno", es muy buena; la actuacion es fabulosa. Y ojala sigan representandola muchas veces mas... Merecen gran apoyo y reconocimiento.
Muchas gracias por hacer conocer pensamientos y por haber pasado un momento excelente!" Beatriz de Lizárraga

"Se reconoce un esfuerzo impresionante por lograr la interpretacion de la idea de la epoca por todos los presentes. Una busqueda de profesionalismo integral y muy bien logrados los personajes y resueltos los tiempos en escena. Los felicito!" Juan A. Lizarraga

"Al leer los comentarios de "La Capital", estaba obligado a concurrir al teatro y participar en la verdadera historia de nuestra America. Soy nacido en Potosi!"

"Voces inolvidables, cargadas de energia y conviccion. Fidelidad historica. Gracias!"

"Buenisima. Para que recuerden nuestros hijos"

"Muy buena. Hay que seguir con mas funciones. Todos los estudiantes jovenes deben ver la obra para poder entender mejor la historia de nuestro pais. Espectacular!. Muy bien actuada. Gracias!"

"Bien!... Muy bien!!!! Castelli, casi desconocido hasta hace poco. Gracias!" Ana Maria

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CRITICA DE GABRIEL CABREJAS

La Revolución silenciada, de Andrés Lizarraga y Eduardo Lozano
El sonido y la furia de un largo silencio
(Si ves al futuro, dile que llegó)

El teatro histórico entraña dos riesgos, solemnidad y maniqueísmo, pero ellos mismos son su destino ineludible: por más que se los humanice sus agonistas son héroes y villanos, como en las fábulas con moraleja, y de eso sustancialmente se trata, porque más debiéramos llamarlo teatro político del pasado, dirigido a aleccionar al presente. Siendo sus criaturas producto de la Historia y no de la Imaginación, no existe libertad para el autor cuando debe encarnarlos en actores, y en última instancia quien tomará partido, le guste o no, es el receptor, que acordará o no con el punto de vista del dramaturgo. El verdadero intérprete, en el sentido del sentido de la pieza, será pues el público.
De eso hablamos al hablar de La revolución silenciada, la magnífica puesta sobre la gloria y agonía de Juan José Castelli, el patriota sentenciado de la Revolución de Mayo, en versión adaptada de Tres jueces para un largo silencio, el clásico que escribiera Andrés Lizarraga como primer lado de la Trilogía de Mayo –los otros dos, Santa Juana de América y Alto Perú—en 1960. Eduardo Rodríguez Lozano, director de Cenizas y Príncipe y princesa (1998), Las patriotas@com (2000), por citar algunas obras, la montó durante una temporada en que la Historia se hizo presente en el teatro, junto a La entrevista de Guayaquil (Lito Cruz) y La tentación (Santiago Doria), ambas del neorrevisionista Pacho O´Donnell. "Contar la otra Historia", dice Juan Ruiz, que representa una suerte de mimo-payaso, ya en el foyer del Diagonal, al repartir escarapelas munido de un paraguas, a quien quiera ingresar a verla. Y en tal cosa coinciden los tres dramas: denunciar la realidad pretérita expulsada de los manuales escolares, divulgarla fuera de las aulas liberales, y sobretodo exhibir el fracaso de nuestros Fundadores, abandónicos, traicionados y enfermos, solitarios en su causa por las intrigas y mezquindades de la corrupta política de un país en nacimiento –prefiguración inquietante de las que habrán de venir en los siglos venideros.
Lozano y Luis Sirimarco, co-adaptadores, pergeñaron una síntesis del original, comprimiéndolo a un solo acto, eliminando personajes y virtiendo a los seleccionados entre seis actores. También la concepción escenográfica se autolimita: el living del latifundista Alvarado es también el despacho de Castelli, su lecho en la cárcel y hasta el tribunal. Este último, que ocupa el capítulo final de Tres jueces, sufre una parodia extrema, reducido a dos pelucones sobre cabezas de maniquí y luego a dos títeres, que Ruiz manipula, y así burla a dos (y no tres) magistrados, los que enviara el Buenos Aires de Saavedra para sentenciar, no para juzgar, a Castelli. El trabajo sincrético de los autores, destaquémoslo, es una astucia supina. Suprime accesorios, como el marido de Juana Azurduy, otros testigos del juicio, varios soldados, un diálogo entre presos que reconocen al patriota-reo, y a cambio multiplica las sabidas capacidades del elenco, que desempeña roles muy distintos en sendos actores. Ejemplo, el de el propio Sirimarco, un ricachón cobarde de voz aflautada y el general Viamonte –responsable de abandonar el campo de batalla en Huaqui, presumiblemente bajo órdenes del ejecutivo porteño a fin de culpabilizar a Castelli y desampararlo. O Emma Burgos, una de nuestras grandes actrices, que es una patricia reaccionaria y luego nada menos que Juana Azurduy. Ruiz, maestro de ceremonias con cara enharinada y aspecto bufo, comentarista sin palabras de lo acontecido, viene a enlazar pasado y presente, abrevia las partes omitidas, contrapuntea la tragedia riéndose de lo lamentable. No faltan sutilezas realmente brillantes. Una radio, al costado del escenario, hilvana discursos políticos de toda época, desde comunicados militares a la voz del Che. Otra: Viamonte entra a escena como si desfilara, se cuadra y... viste un uniforme del ejército argentino actual.1
Pero no podemos dejar de exaltar el estentóreo oficio de las principales siluetas masculinas. Pablo Milei (Castelli), Pablo Gil Villafañe (Alvarado, Balcarce) y Marcelo Goñi (su Monteagudo le valió la nominación al Estrella 2008), tienen una poderosa pregnancia y un dominio absoluto del espacio cada vez que se paran en él. De igual eficacia son los otros coadyuvantes de la puesta, la banda de sonido a cargo de Darío Ponce de León, el diseño de luces de José Barrera y el entrenamiento corporal y coreográfico de Marta Sol Bendahan.
La revolución silenciada, en definitiva, es una apuesta fuerte del teatro marplatense, que decidió aventurarse en el drama histórico y, de la mano de Lozano y su tan idóneo grupo de profesionales, acaba de darnos dos lecciones inolvidables: la revisión de la Historia y la calidad de nuestros hombres y mujeres teatristas. Dos realidades que conocíamos, y que gracias a ellos están más que nunca presentes.
Gabriel Cabrejas
2008

CRITICA DE VIRGINIA CERATTO, EN www.ciudadabstrakta.com

El Teatro es un sueño eterno
Por Virginia Ceratto
El público del teatro Colón aplaudió de pie el estreno de "La Revolución silenciada" –dirección Eduardo Rodríguez Lozano-, una adaptación más que acertada de R. Lozano y Luis Sirimarco de "Tres jueces para un largo silencio", de Andrés Lizarraga, que debe mucho también, y sin dudas, a esa novela ejemplar, en más de un sentido, de uno de los escritores argentinos que ha transitado la historia argentina con belleza y sin anestesia, me refiero a Andrés Rivera y su libro "La Revolución es un sueño eterno", en donde también –como en esta puesta- la particular y certera visión del protagonista –Castelli- da cuenta del destino malogrado de la Revolución de Mayo, como así también del poder a lo largo de la Historia e incluso del desasosiego, y no obstante la convicción, de los más idealistas montoneros. Así, un territorio –Buenos Aires, el país, o "la América", "que ha perdido la utopía pero no su memoria", son parte de un texto –y en este caso, de una teatralización- que nos convoca a repensar incluso nuestro presente.
La historia es conocida: abandonado y traicionado por muchos de quienes fueran sus pares en la lucha emancipadora –"dónde están compañeros", le hace decir Rivera a Castelli -, el que fuera el orador de la Revolución, agoniza, víctima de un cáncer de lengua –nada menos- y encarcelado –mientras un Tribunal, un tribunal… qué poco ha cambiado todo- lo somete a un juicio vergonzante, sí, doblemente preso, del dolor y de la impotencia.
Y entonces esta puesta, sutilmente imaginada y dirigida por Rodríguez Lozano: a modo de acabado contrapunto el presente y el pasado se alternan en un juego donde cada flashback armoniza con la banda de sonido –seleccionada y editada de manera impecable por Darío Ponce de León- cuyo soporte principal son discursos políticos contemporáneos, estableciendo paralelismos políticos de gloria y de oprobio.
Pocos elementos en una ambientación muy bien lograda, que apuesta más al cuidado detalle que a la estridencia –bienvenida sea- son el marco de los hechos, los delirios afiebrados del moribundo y los recuerdos, y aportan por su estricta funcionalidad a la profundidad de lo que se juega en escena, acompañados por la iluminación, absolutamente poética, del maestro José María Barrera.
Juan Ruiz es el Menino, figura que acentúa o contrasta el sentido de cada escena en un registro cercano al bufón, desafío que el actor encara sin caer en la macchietta.
Pablo Milei, impecable como Castelli, pasa con soltura de la euforia revolucionaria a la certeza de la traición y de ahí a la agonía, sin perder la firmeza del carácter que distinguió al personaje històrico.
Pablo Gil Villafañe asume dos personajes antagónicos: el indignado conspirador Alvarado y el honorable coronel Balcarce, ambos con soltura y definición, sin que el rechazo que produce el uno empañe la hidalguía del otro.
Marcelo Goñi es Bernardo de Monteagudo, y consigue encarnar al joven revolucionario logrando que la fuerza que exige el personaje no se desvirtúe en clichés, modulando los estados de ánimo de su "abogado" con precisión.
Luis Sirimarco trabaja en dos registros, uno casi caricaturesco, como Farías, al que concibe y consigue patético, y de ahí al coronel Viamonte y al capitán Argerich, asumiendo la impasible traición de uno y la honorabilidad del otro con destacable destreza actoral.
Y Emma Burgos partiendo en dos cada escena en cada una de sus apariciones. Burgos –es la estricta señora Alvarado y descolla con su Juana Azurduy –cuya participación en la puesta es otro mérito de Lozano- , y con ella le imprime a la puesta un carácter épico, da el verdadero sentido de gesta de aquella Revolución, y consigue los momentos más conmovedores de la puesta. Así, el final, en el que es imposible no sentir el estremecimiento de La Piedad. La Azurduy de Burgos es el mito de la América Libre. Mucho se podría escribir –y sin duda se hará- acerca de esta actriz que levanta sus personajes con sus huesos, con la sangre.
La Revolución es un sueño eterno, el teatro también, y por suerte este elenco no deja de soñar. Un placer.

CRITICA DE ADRIANA DEROSA, PUBLICADA EN "NOTICIAS Y PROTAGONISTAS" EDICION 539

POR UNA PALABRA - por Adriana Derosa

"La revolucion silenciada" es la propuesta con que un grupo de valientes ha dado cara a la temporada marplatense. Valientes digo, porque en el verano parece que uno debe darle vacaciones al cerebro, y hacer obras en las que el unico objetivo sea la diversion llana y lisa, mas llana que lisa.
No todo el mundo sigue el rebaño. Hay quienes prefieren seguir haciendo teatro. Es decir que existen quienes incluyen el valor del riesgo, no en tirarse de un edificion con un elastico atado al tobillo a la vez que gritan "Jeronimo", sino en hacer lo que hacen siempre, pero bordeando los limites mas sutiles de la inseguridad.
Lo digo porque no parece empresa facil invitar al publico estival a saborear un conflicto tan particular como el que tiene que ver conla historia nacional entendida en su dimension mas dolorosa. Sin embargo es posible. De hecho son tres las opciones que pueblan la cartelera a la hora de compartir historias de personajes reales que salen de aquella version plana del liro de Historia del secundario: "La revolucion silenciada", sobre la carcel y juicio a Juan Jose Castelli; "Guayaquil", y "La tentacion", estas dos ultimas de Pacho O'Donell.
"La revolucion...." es una adaptaqcion de Luis Sirimarco y Eduardo Rodriguez Lozano sobre "Tres jueces para un largo silencio", de Andres Lizarraga, y parte de aquella premisa que ha dado sentido al nuevo impetu de la literatura de caracter historico: hay una historia que transcurre en las sombras, una historia de la que no da cuenta la Historia con mayuscula. Y esa resulta ser, ademas, la mas verdadera de todas. Porque solo tenemos una serie de subtitulos que reflejan los hechos que fueron torciendo la historia nacional hacia uno u otro lado, pero poco sabemos de aquello que en la vida intima y personal de sus proceres hizo que tomaran las decisiones mas ruines o mas significativas. La literatura historica llena los blancos que ha dejado la Historia con sucesos del orden privado, no definitivamente ciertos sino perfectamente posibles. Desde los hechos historicos sabemos de Juan Jose Castelli y de su brillo en el desempeño de la profesion de abogado, sabemos que fue el orador de la Revolucion de Mayo. Es decir que, como suele suceder con aquellos con quienes la destreza esta en el discurso, era capaz de poner en palabras lo que postulaba con vehemencia. El fue el autor del alegato indiscutible que sostenia el derecho soberano de los pueblos americanos, y su conviccion no solo era indiscutible sino que lo puso en el lugar de ser combatido por los sectores sociales que deseaban que nada cambiara, que todo siguiera como siempre habia sido, simplemente porque les tocaba estar del lado de los que ganan.
La obra trata precisamente el periodo que va desde la Revolucion de Mayo hasta la muerte del abogado a raiz de un cancer de lengua, habrase visto mayor ironia del destino.
Habia sido designado al frente del Ejercito del Alto Peru, pero sus conocimientos de teoria politica, su excelsa formacion ideologica no fueron suficientes para mantenerse al margen de las sordidas jugadas que harian que los poderosos de la epoca se libraran rapidamente de quien representaba para ellos el mayor de los peligros. Castelli habia cometido muchos errores, y su enfermedad no le permitio defenderse en el juicio en su contra. Como un detalle mas del caracter congenito de nuestra nacion, al momento de su muerte en 1812, la justicia aun no se habia expedido.

A CALLAR

La puesta en escena es sobria, y no pretende mas. Su fuerza esta sin duda en las actuaciones de un elenco que hace que los personajes se corporicen es escena con la fuerza del linaje propio. De alli venimos, y esto que nos pasa tiene un simiento cercana que encarna en el texto.
De hecho, el director, Eduardo Rodriguez Lozano, ha procurado aunar en esscena el plano de los acontecimientos del siglo XIX en cruce con el de su correspondencia en la historia contemporanea. El nexo esta dado, por una parte, por el sonido, ya que el fondo del audio refiere directamente a nuestra historia reciente. Por otro lado, el personaje de Menino - interpretado por Juan Ruiz- hace las veces de eslabon conector que no solo apoya la accion en la narracion, sino que ademas trae al primer plano una existencia que se desempolva de sus rasgos de preterita y enfoca directamente lo que tiene de permanente, mal que nos pese.
Menino pone en juego todos los recursos escenicos posibles para dar el contrapeso permanente dinamismo, y asi mantener al espectador en constante actividad: forja una lente a traves de la cual se pueden mirar hechos lejanos en el tiempo como si nos estuvieramos mirando nosotros mismos. Es quien tiene a cargo la referencia permanente al presente. Y no es poca cosa.
Los personajes historicos pretenden convertir aquellos figurines de las revistas infantiles en seres de carne y hueso movidos por sus ideales y miserias, con excepcion hecha de Juana Azurduy, que aparece como un simbolo, una presencia fantasmal. No es de ninguna forma una mujer real sino casi una condensacion de todas las marcas que el imaginario nacional ha depositado sobre ella durante años.
Juan Jose Castelli, interpretado por Pablo Milei, es la representacion cabal de un abogado idealista que pierde la mesura mas de una vez. Sin embargo, la actuacion no se desborda y logra la complicidad del auditorio. Luis Sirimarco se vuelca a la caricatura en su construccion de Farias, y vuelve al realismo al interpretar a Viamonte. De todas formas, las escenas colectivas muestran buena quimica grupal, y logran momentos de reflexion sobre las ideas en juego.

DE UN LADO

La cuestrion seria superar la version maniquea de los hechos y dejar de entender la Historia como un enfrentamiento entre buenos y malos. Es necesario ver que, mas alla de los comentarios de la chusma, los enfrentamientos obedecen a cuestiones de poder complejas, que exceden las opiniones de un simple obispo.
Todos fusilaron, y en la epoca era menos escandaloso que hoy en dia, por lo cual deberiamos evitar caer en el anacronismo. Pero es cierto que el abogado habia pretendido ni mas ni menos que otorgarles a los indigenas el derecho al voto. Las ideas de la Revolucion Francesa le habian dado unos argumentos que la historia no estaba preparada para resistir. Y como siempre sucede en esta tierra asentada en la intencion del saqueo, asentarse en los limites del Peru y proclamar la abolicion de la esclavitud indegena fue poco menos que tirarse debajo de un tren.
A fuerza de repetitivos, los argentinos nos seguimos muriendo por las mismas cosas, seguimos siendo sometidos a silencio por hablar barbaridades, y seguimos padeciendo el tremendo cancer del silencio impuesto. Castelli lo habia advertido: "Si ves al futuro, dile que no venga". Y esta todo dicho.

"NOTICIAS Y PROTAGONISTAS", EDICION 539 - 2008

"La revolucion silenciada"

En escena, seis actores desafiaron la historia y eligieron, bajo la dirección de Eduardo Rodríguez Lozano, bajar a los próceres del bronce y hacerlos humanos. Cerca del bicentenario de 1810, "La Revolución Silenciada" cobra voz, destapa aquello que parece enterrado fuera de los libros de historia que se eligen en la escuela, e invita a la utopía más decorosa. Porque de eso se trata el legado que Juan José Castelli, junto a Mariano Moreno o Manuel Belgrano, ha dejado en los tiempos que corren. "Hacer praxis de la utopía significa un trabajo de todos los días", explica el Rodríguez Lozano.
Tras un impresionante éxito en el Teatro Colón cuando se presentó la obra, "La Revolución Silenciada" volverá a subir a escena mañana a las 21en la sala Piazzolla del Teatro Auditórium. Será por única vez. Pero el notable proyecto artístico se instalará en la cartelera veraniega en las salas de la Villa Victoria Ocampo y la Facultad de Derecho. Durante el año, visitará escenario del interior de la provincia y la Capital Federal.
Castelli fue el abogado más brillante de su época. Su alegato a favor de la independencia de las colonias de América causó crisis en el propio seno de la corte española. Su convicción revolucionaria lo llevó a comandar el Ejército del Alto Perú. Ese fue el comienzo de su fin. Su arma no era la espada, no en vano se lo nombró el "orador de la revolución".
En una de las cárceles del Regimiento de los Patricios, Castelli espera que su infame juicio termine. El cáncer en su lengua es irreversible, y en la agonía, surgen sueños y fantasmas de su reciente pasado.
Hace uno 10 días la obra fue presentada en el Teatro Colón, al día siguiente, la excelente respuesta del público provocó que se ofrezca al elenco una función extraordinaria. "Se había jugado con lo que la obra podía producir, pero superó lo imaginado", señaló su director Rodríguez Lozano.
Las actuaciones son interpretadas por un gran elenco integrado por Emma Burgos, Pablo Gil Villafañe, Marcelo Goñi, Pablo Milei, Juan Ruiz y Luis Sirimarco. La coreografía y entrenamiento corporal dramático está a cargo de Marta Sol Bendahan; el montaje de sonido es de Darío Ponce de León; y el diseño de luces de José Barrera. La asistencia de dirección está en manos de Viviana Carrasco.
Sirimarco apuntó que hace once meses vienen trabajando sobre la base de la obra de Andrés Lizarraga "Tres jueces para un largo silencio", que han adaptado junto a Rodríguez Lozano. "A medida que fuimos haciendo la obra, nos fuimos dando cuenta de este personaje Castelli, que está medio olvidado por la gente, inclusive por los mismos historiadores, vaya a saber uno por qué…", apuntó Sirimarco.
"Creo que Castelli, Moreno, Belgrano, tantos otros, son los verdaderos próceres y revolucionarios de la República. Después la infamia de 1810-1812 que se le hace a Castelli, como a Moreno y Belgrano, sigue siendo igual; nada más que tenemos computadora, Internet, etc. Los ideales se han perdido lamentablemente", consideró Rodríguez Lozano.
ATEMPORALIDAD
El original enfoque de la obra está basado en la atemporalidad. Al respecto, Lozano explicó: "Juega el contrapunto y la atemporalidad de pasado y presente continuamente, que hacen que uno entre a la convención teatral abierto a las vivencias". En este punto es esencial el personaje del menino, una especie de bufón, que encadena los distintos tiempos de la historia. La banda sonora –creada para la obra- tiene una importancia vital. "Se juegan discursos de diferentes políticos contemporáneos en la historia de la República", detalló el director.
"NO PERDER LA UTOPÍA"
La historia, con el correr de los años, ha dejado marcas en la sociedad contemporánea. Aún duelen las consecuencias de la dictadura, y escandaliza la pobreza que arrojó la década menemista. Pero poco se sabe de la labor de los próceres de principio de siglo XIX. ¿Qué se puede rescatar hoy del legado que han dejado estos hombres? Rodríguez Lozano se encargó de responder: "Creo que el legado más importante es no perder la utopía. Hacer praxis de la utopía significa un trabajo de todos los días, desde cualquier rol que como ciudadanos de la República tenemos. La gente del teatro tiene una responsabilidad, como todo artista, de mostrar la realidad desde el lugar que ocupan, que es el de la creación", significó.
Para Luis Sirimarco, "lo que impacta al público es sentarse a ver algo que se supone que pasó en 1810, y se encuentra con que las cosas que se dicen están pasando ahora".
Pero por sobre todo, destacó el artista, "lo que movía a esta gente, es la pasión que sentían por sus ideales y por llevarlos adelante, más allá de todo".

Nota realizada por Belen Cano, publicada en el Diario "El Atlantico", Viernes 12 de Octubre de 2007.

Gracias, Belen!!!

"Voces de la independencia" por Gisele Cebrian

Obra marplatense, La revolución silenciada cuenta el último tiempo de vida de Juan José Castelli, la traición, la derrota militar que lo condujo un juicio infame y la enfermedad. Una voz que la Historia se ocupó de olvidar.
Hoy a las 22 habrá una nueva función de La revolución silenciada en el Aula Magna de la Facultad de Derecho (25 de mayo 2865). Con dirección de Eduardo Lozano, la obra ganadora de un Premio Vilches fue estrenada en octubre de 2007 luego de largos meses de producción. La próxima función será el domingo 16 de marzo a las 19.30 en el Teatro Colón.
¿Cuál fue el destino de la Revolución de Mayo? ¿Quiénes la desdijeron en los actos? ¿Cuántas cobardías y traiciones debió conocer en su destino, que hasta hoy se prolonga?
Basada en Tres jueces para un largo silencio, libro de Andrés Lizarraga (la adaptación es de Eduardo Lozano y Luis Sirimarco), se centra en el último tramo de vida de Juan José Castelli, un morenista, abogado y político, protagonista de la independencia de las colonias de América, particularmente en el período que va de la Revolución de Mayo (1810) hasta su muerte, en 1812, a causa de un cáncer de lengua. El orador de la Revolución (así se lo muestra en la escena que inaugura la obra) muere por la boca. Y un 12 de octubre. ¿Cabe ironía mayor?
El elenco de La revolución silenciada está integrado por Pablo Milei (Juan José Castelli), Emma Burgos (Sra. Alvarado, Juana Azurduy), Pablo Gil Villafañe (General Alvarado, Coronel Antonio Balcarce), Marcelo Goñi (Bernardo de Monteagudo), Luis Sirimarco (Farías, Coronel Juan José Viamonte, Capitán Argerich) y Juan Ruiz (Menino).
Como a Moreno, Monteagudo, Balcarce y otros grandes defensores de la causa, a Castelli lo mueve el convencimiento de que la Patria no es una canción y una bandera, sino la conciencia de cada campesino y cada indio de que la tierra que explota es completamente suya y no del extranjero. Contra los terratenientes esclavizadotes, los colonialistas, apropiadores, comerciantes, la Iglesia cómplice y garantista de la opresión, fue que se levantó esta facción de jóvenes con ideales humanistas. Para ellos, sin embargo, la Historia no guardó lugar.
En esta puesta, todo sucede en la mente de Castelli, quien está preso, a punto de enfrentarse al tribunal que lo enjuiciará por una imprudencia militar. Y cada hecho es enmarcado por el acompañamiento de Menino, un personaje bufonesco que guía al espectador en los distintos episodios y aporta actualidad desde una radio que dispara testimonios cercanos en los que los argentinos fuimos guiados por ideales revolucionarios, casi siempre con tristes resultados.
Las noticias de la muerte de Mariano Moreno en altamar y las conspiraciones de Viamonte (un moderado, como Saavedra), a cargo del Ejército del Norte, y otros traidores serviles del imperio español, precipitan su derrota militar en el Alto Perú. El final es rotundo: la entrega en Huaqui es el salvoconducto de los sostenedores del statu quo, es lo que los habilita a socavar la autoridad y encausar al abogado, cuya salud ya no da tregua.
La presencia espectral de Juana Azurduy, líder del ejército de las guerrilleras del Alto Perú, suma a la historia el testimonio de una época en la que realmente existió la solidaridad regional en pos de un ideal definitivamente libertario.
Fortalezas
La obra no descuida ninguno de los frentes responsables de desgastar la revolución. Ni deja de reconocer la facultad y obligación de este nuevo gobierno de oprimir a los opositores, identificados como enemigos de la Patria, con la misma tortura que ellos aplican, el fusil. Sin embargo, la racionalidad de Castelli es la que lleva los hechos al plano del discernimiento frío, para no actuar como lo hace el enemigo.
Constituye La revolución silenciada un drama histórico ineludible, particularmente como material de estudio en las escuelas, donde a menudo la enseñanza de la historia carece -por dictamen de las editoriales y la formación docente- del posicionamiento crítico que sí aporta esta propuesta.
Vale decir que varias líneas de esta historia pasan también por el libro de Andrés Rivera La revolución es un sueño eterno, del que Castelli es la figura central.
Por lo demás, buenas actuaciones, buen vestuario y una escenografía austera pero bien aprovechada. De la coreografía y el entrenamiento corporal estuvo a cargo Marta Sol Bendaham. La banda de sonido es creación de Darío Ponce de León y el diseño de luces, de José Barrera. La asistencia de dirección es de Viviana Carrasco.
Por Gisele Cebrian
Publicado en www.mdphoy.com
Gracias, Gisele!

la revolucion silenciada

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jueves, 21 de febrero de 2008

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